lunes, 30 de septiembre de 2013

Celos entre hermanos

La rivalidad entre nuestros hijos existe porque existimos nosotros, los padres. Compiten desde que nacen por nuestro amor y por hacerse un lugar en la familia. Esta competencia es a veces más sutil y otras más abierta, depende del momento y de la edad. Mientras rivalizan por nuestro amor, aprenden muchas cosas.
A lo mejor no nos hemos dado cuenta de que somos parte de la ecuación, pero es así casi siempre: el fin oculto de muchas peleas es conseguir que nos decantemos o demos la razón a uno, quieren ser el favorito. Por eso nuestra respuesta es fundamental a la hora de llevar este asunto a buen puerto. Podemos reforzar su rivalidad o ayudarles a manejarla para aprender de ella. Por desgracia, la mayoría de las veces reforzamos la rivalidad sin darnos cuenta.

¿Qué no debemos hacer?


No funciona buscar al culpable

Aunque lo intentemos con ecuanimidad, es inútil. Si entramos en esa dinámica (“a ver, quién empezó, qué hiciste tú, y entonces tú cómo respondiste”), solo conseguiremos que ellos intensifiquen las peleas... ¡con la esperanza de ser elegidos inocentes!

No funciona tomar partido

Eso sí que es echar leña al fuego. Y una gran fuente de injusticias. Porque, además, en el fondo jamás sabremos quién empezó o qué pasó. A lo mejor quien llora es el pequeño, pero quizá empezó provocando con un gesto sutil, sabedor de que cuando grita acudimos y regañamos a su hermano. O al revés. A lo mejor el mayor provocó al pequeño con serenas y calculadas palabras (“no jugaré jamás contigo”), y este, que aún no se sabe controlar, le ha pegado. “¡Mamá, me ha pegado!”, gimotea el mayor, que en realidad no es tan mayor.
Para que los niños abandonen la senda de generar situaciones problemáticas, no hemos de decantarnos, ni participar. “Si los padres intentan averiguar quién ha tenido la culpa o no permiten que sus hijosaprendan a resolver sus propios conflictos, las peleas, en lugar de remitir, se intensificarán”, afirma el pediatra Berry Brazelton en su libro “Cómo atenuar la rivalidad entre hermanos” (editorial Medici).

No funciona negar o inhibir la agresividad

Venga, haced las paces", dice a menudo la madre de Pablo y Javi, sin querer saber más. Nuestra cultura reprime la agresividad. Pero eso solo la alimenta.

¿Cómo actuar durante la pelea?

No podemos desaparecer para que no se peleen, ni dividirnos, ni siquiera podemos ni debemos tratarlos exactamente igual, porque son diferentes. Pero podemos responder a su rivalidad de forma que su conflicto les sirva para crecer y aprender. ¿Cómo? Brazelton ofrece algunas claves:

Cálmate

Porque esta situación puede despertar, a su vez, toda nuestra agresividad. Y si respondemos con agresividad da igual el contenido del discurso, solo avivamos el fuego.

Separa a los niños

Hace falta cierta distancia, física y emocional, para afrontar la situación.

Siéntate con ellos

En una actitud no de juez, sino de observador, sin tomar partido por ninguno de ellos ni intentar encontrar culpables.

Muestra comprensión hacia ambos

Y aliéntalos para que cada uno asuma su parte de responsabilidad en el conflicto. Eso es lo que les ayudará a madurar. Por ejemplo, cuando acudimos al cuarto del mayor, vemos al pequeño llorando y al grande abrazando su juguete. “No me deja jugar, siempre quiere mis juguetes”, dice el mayor. ¿Cómo mostrar comprensión y dejarles hacerse cargo de la situación?

Al mayor podríamos decirle: “Sé que es duro querer jugar solo y que no te dejen; a lo mejor podrías marcharte en lugar de pegar”. O mejor: “¿Qué podrías haber hecho en lugar de pegar a tu hermano?”. Y al pequeño: “Comprendo que te mueres por jugar con tu hermano, pero si dice que no, debes hacerle caso”. Podemos actuar de muchas formas, pero siempre ayudándoles a encontrar la responsabilidad de cada uno en el conflicto. Sería mejor si verbalizaran su responsabilidad. Quizá es mejor que al principio lo hagamos nosotros y después ellos.

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